María Mérida.
Hablar con María Mérida ha sido como recorrer el tiempo y la vida en un coche de caballos, a paso lento. Hablamos de las soledades de los hoteles, los silencios habladores y dejamos en el aire todo aquello que nunca hemos contado a nadie, de nuestras vidas y nuestros secretos, porque los amigos no preguntan esas cosas. Sus ojos dejaron que alguna lágrima de emoción, apareciera en ellos, pero eran pequeñas gotas de alegría, como el rocío de una mañana de otoño, el de nuestras vidas. Hablamos de que sus amigas del alma ya se han marchado y que nos sabemos conocedores de nuestros fayos, y de nuestras virtudes. Le leí un poema dedicado a ella y con la mirada de los años vividos me preguntó : ¿Y quién te escribe a ti? to le tomé sus manos entre las mías y le respondí : Cuando me marche María, cuando me marche lo harán. Le besé las manos y ella me tocó la mejilla en un gesto de cariño, que sonó a arrorró de madre canaria. Saqué la guitarra y empezó a enseñarme a cantar una folía...El sol empezaba su lento caminar hacia la noche cuando nos dijimos adiós, con la promesa de vernos dentro de poco, porque la vida nos ha enseñado a no dejar que los amigos de verdad, se alejen mucho tiempo. Hablamos poco, nos miramos mucho, mientras Javier, Candelaria y José , nos miraban como si estuvieran contemplando un cuadro que a lo mejor no volvía a ver ¡Gracias María!