Cuento.
Érase que se era un país de riquezas y maravillas nunca visto, que tenía un rey que solo viajaba y viví en palacio con su familia. Quiso hacer un govierno democrático y dió a sus cuatro hijos distintas cantidades de piedras preciosas para que con ellas governaran al pueblo, que se lo había pedido. el mayor de ellos, que tenía más piedras, pidió a dos de sus hermanos que se juntaran para así tener más poder, pero uno de ellos egoísta y envidioso de lo que había dado su padre a su hermano, se negó en rotundo a compartir sus piedras preciosas. El pequeño, que tenía menos dijo que si, pero no quería enfadarse con su otro hermano y dijo que o todos o ninguno. el hermano que querí a governar el solo llamó al más revelde de ellos, y le pidió que le ayudara para fastidiar al mayor, y este dijo que si, pero le puso unas condiciones leoninas, para ayudarlo, por lo que el hermano que quería gobernar, dijo no a regaña dientes. El rey les preguntó si habían llegado a alguna conclusión, y ellos bajando la cabeza dijeron que no echando la culpa a los otros. el rey les dió un tiempo, o tendrí a que hacer otro reparto de piedras preciosas y a lo mejor no les gustaba como lo haría. Aquella noche el duende del pueblo de aquel reino, hizo un maleficio contra los cuatro hermanos al ver que el pueblo seguía sin gobernar. Cuando se despertaron y fueron a ver y contar cuantas piedras preciosas tenían, por que todos era avariciosos se dieron cuenta que se habían converido en carbón y ya no podrían gobernar con carbón. Cuentan que pasados unos meses, el rey pidió a su pueblo que fuera él el que repartiera las piedras preciosas entre sus hijos, y el pueblo fue sabio y no dio ninguna a ninguno, si no a un hombre mayor llegado de América, que vivií a en una casa humildde y que habí a dejado de gobernar su país para descansar. Dicen que los cuatro hermanos siguen discutiendo por el gobierno del paí s y que el pueblo los ha desterrado a una isla cerca de Marruecos llamada perejil que está desierta. Moncho borrajo.