Cuento de Navidad
Mi regalo de Navidad.
La noche fue llegando como lo había hecho el día anterior, pronto, muy pronto. Las carreteras desde lo lejos parecía gusanos de luz rojos y amarillos. Todo el mundo tenía prisa por llegar, unos a sus casas, otros a una cena donde habían sido invitados. Poco a poco las ventanas de las casas se fueron llenando de luz y de sombras que se movían sin cesar, de uno al otro lado, como hormigas de un hormiguero o abejas de un panal. Desde una pequeña loma, desde donde se divisaba la ciudad, en una casa solitaria, un anciano contemplaba todo aquello, como si nada hubiera cambiado, desde hacía 60 años; cuando él era un niño. Aquel año no había nevado, pero la noche estaba fría. El anciano miraba fijamente el cielo estrellado, en espera de ver pasar a Papá Noel en su trineo, tirado por renos, pero...Llevará una capa que lo hace invisible, pensó, porque en todos aquellos años , que lo había esperado, nunca lo había visto, exactamente igual, que con los famosos Reyes Magos. desde donde estaba sentado, pudo escuchar como poco a poco, empezaron a oírse villancicos, y panderetas y mucha algarabía, que venía de las casas cercanas. La noche seguía fría. las estrellas se asomaban recatadas entre las nubes y la luna jugaba a ser el toro de un torero invisible. El anciano decidió ir a dar un paseo por la ciudad y bajó de su casa al pueblo. Las calles estaban vacías, tan solo muy de cuando en cuando un coche pasaba raudo y veloz camino de algún sitio. En una plaza, sentada en uno de los bancos, el anciano pudo ver la silueta de una mujer, que con la cabeza entre las manos , miraba al suelo. Se acercó y se sentó en el banco, guardando silencio.
- ¿Buscaba algo?- preguntó la mujer
-Si, pero no creo que tú me lo puedas dar - respondió el anciano. Siguieron un rato en silencio hasta que la mujer volvió a preguntar
-¿ Tienes dinero?
- No _ respondió el anciano.
-Entonces mal vamos, respondió la mujer.
-¿Qué haces la noche de Navidad aquí tú solo?- Vivir otra noche más- respondió el anciano.
-¿Y tú? preguntó el anciano a la mujer
_ Yo esperar a que la vida venga a verme. En esta noche nadie me busca, ni nadie pregunta por mí, todos se refugian en la alegría, o en lo que ellos llaman "la felicidad de estas fechas".
-Yo estoy aquí, contigo _ dijo el anciano, y estoy agusto contigo. Además, he de decirte, que te conozco desde hace muchos años. La primera vez que estuvimos juntos, fue una noche , haciendo yo el servicio militar, tenía yo 20 años...
La luz lánguida de una farola, era la única testigo de aquel encuentro nocturno.
Poco a poco volvió el bullicio a las calles, los coches y las despedidas ruidosas.
- Tenemos que separarnos- dijo la mujer_ No está bien visto que a estas horas esté un anciano respetable con una mujer como yo.
_¿Porqué? -preguntó el anciano.
_Por que soy una prostituta ¿no te habías dado cuenta?
-Si, pero no creo que a los demás les importe, ellos también van con gente de dudosa reputación y algunos mucho peor que tú, porque para mi, nada haces malo, muchos de ellos y de ellas , sí lo hacen.
El anciano se quitó una sortija que llevaba puesta en uno de sus dedos y se la dió a la mujer diciendo:
-Toma, solo tengo esto de valor, pero creo, que aunque te mereces más, sólo tengo esto.
-¿Porqué me das esto?- Dijo la mujer.
-Porque es Navidad y sin pedirte nada, me has dado cuatro horas de compañía, sin pedirme nada a cambio.
La mujer se puso la sortija en uno de sus dedos y cuando levantó la cabeza, para darle las gracias al anciano, esta había desaparecido. Lo buscó con la mirada, pero no pudo verlo.El anciano volvió a su casa y al llegar abrió una gran caja repleta de anillos de oro, y tomando uno de ellos, se lo puso en el dedo donde había estado el que le regaló a la mujer de aquella noche. Lo miró y sonrió maliciosamente. Amanecía, era el 25 de diciembre. Nunca la Sole, había tenido un regalo tan bonito.