¿Se durmió?
Sentado delante del televisor, como el drogadicto ante la heroína que se va a pinchar, estaba alguien. Bajó el volumen de aquel cacharro manipulador y lo dejó sin voz. Respiró profundamente como si se hubiera quitado un peso de encima. Aquello era agobiante, no era la información dada, era como se daba y la ingente cantidad de ella, que estaba consiguiendo que la gente apagara los televisores. En cima de la mesa uno de los nietos había dejado una Biblia, la tomó y le dió un par de vueltas en sus manos. Nunca la había leído entera. No creía en dios y menos en los curas. No tenía nada que hacer, no podía salir de casa y ... Decidió leer aquel libro, como si fueran las mil y una noche, o la Odisea de Homero,sin ponerla fe, ni querer encontrar soluciones a nada al leerlo.
¿Como podía haber gente que se lo aprendiera de memoria, como el Corán y el Talmud judío, o los textos budistas? ¡Qué forma de perder el tiempo! pensó. Comenzó a leer, mientras en la televisión hablaban de extraterrestres y de agujeros negros. Le encontraron dormido, con la Biblia entre sus manos y el regazo. Dormido no, había muerto y curiosamente, siendo ateo, lo último que entró en su cerebro, fue la palabra de Dios, del Dios de los Cristianos, el que dicen que escribe recto con renglones torcidos. Moncho Borrajo.